Encuentro Nacional de Jóvenes MEMORIA POLÍTICA Y ELECCIONES

La decencia como argumento político y la memoria como relleno sanitario

La decencia, la dignidad, la verdad, nos servirán de premisa esta mañana para hablar sobre qué significa “hacer memoria” en un país como el nuestro, con instituciones políticas débiles. ¿Por qué es importante la memoria en estos tiempos? La memoria parece ir a contracorriente. La modernidad que recibimos y construimos a “nuestra manera” nos obliga mirar hacia el futuro. La educación vista como mecanismo de progreso y canal de movilización social nos enseñó siempre a mirar adelante. El arquitecto Belaúnde dirigía su mano hacia delante en señal de “avanzar”. El lema del actual gobierno de Alan García es “Perú país con futuro”. El futuro es lo que podemos vislumbrar a duras penas.

La memoria siempre es en pretérito. No podemos recordar aquello que no hemos vivido. Así, enmarcado en un tiempo pasado, el recuerdo se reconstruye a partir de huellas y recursos mnemotécnicos que se activan ante distintos estímulos, ruinas o marcas materiales o sensoriales. Sin embargo, estas huellas no constituyen recuerdo sino están evocadas o cargadas de sentido (cultural, social). Los estados represores intentan suprimir esas huellas e impedir que las personas activen o reconstruyan sus recuerdos. Los usos y abusos de la memoria son diversos. Muchas veces para estados represores, los recuerdos de sus ciudadanos se tornan peligrosos ya que se constituyen en las voces que narran lo sucedido. Los desaparecidos dejarían de serlo, pasarían al lado de los seres invisibles, inexistentes, de no ser por los familiares que los lloran y claman por justicia. Por eso es importante, como señala Elizabeth Jelin, develar, es decir, sacar a la luz estas huellas para que el recuerdo pueda salir y tener injerencia en la esfera pública nacional. Pero este develar presenta muchos retos y problemas.

Multiculturalismo, diálogo intercultural y decencia
Cuando uno revisa las bases del multiculturalismo como política cultural e ideológica, se describen sociedades que parten de principios éticos de reconocimiento del “otro” y normas de convivencia social que son comunes y compartidas por el grupo social. De alguna manera el multiculturalismo sigue los principios de la Ilustración de una sociedad basada en la idea de contrato social, donde el dar, recibir y devolver, y la confianza, se asume como principio universal. Pero, ¿somos todos iguales y todas nuevas prácticas sociales y culturales valoradas de igual forma? o ¿tenemos iguales oportunidades para manifestar nuestras diferencias (culturales)?

En realidad, si uno escarba un “poquito”, si nos detenemos a pensar sobre cómo está construida la sociedad, nos damos cuenta que esta se basa en principios clasificatorios (ideas de raza, de género, lugar de procedencia, etc.) que norman e invisibilizan grandes segmentos de la población. El multiculturalismo generó desde la década de 1970 una propuesta de diálogo intercultural que dio como resultado grandes reflexiones filosóficas sobre qué es, cómo debe llevarse a cabo este diálogo intercultural y quién es el otro: “Detenerse ante el otro como el otro” (Gadamer), “Reconocerse en el otro” (Taylor), “la inclusión del otro” (Habermas). La interculturalidad aspira a la equidad pero parte de relaciones sociales que se fundan en profundas desigualdades. Surge como “una situación de hecho”, como la convivencia misma que manifiesta cómo se vinculan los seres humanos (por relaciones de cordialidad, enfrentamiento, rechazo, ocultamiento, etc.) y como una “situación de derecho”, promovido a través de políticas públicas que denotan una clara intención de incluir a los menos favorecidos y visibles, a las minorías. Sin embargo, es claro que el diálogo intercultural no es siempre armónico. Hay notorios desencuentros que evidencian que el diálogo intercultural se funda sobre profundas relaciones de desigualdad. Por ejemplo, de un lado se promueve el rescate de una identidad única, individual, que muestre las diferencias culturales que existen en un país pero al mismo tiempo la diversidad cultural es sometida a escrutinio público cuando esta se enfrenta u opone a los poderes hegemónicos o dominantes. Podemos citar muchos ejemplos al respecto, la protesta de los cuzqueños frente al proyecto de ley del congresista Carlos Bruce que intentaba privatizar los recintos arqueológicos y que suscitó una cruenta ola de violencia en el Cusco en febrero del 2008. Esto generó que la entonces Ministra de Comercio Exterior, Mercedes Aráoz y entonces Ministro del Interior, Antero Flores Aráoz, dijeran públicamente que Cuzco ya no podía ser sede de la APEC, que se realizó a fines del año 2008. Otro ejemplo es el caso Bagua. ¿Qué tuvieron que hacer los representantes de los pueblos indígenas de la Amazonía peruana para poder negociar con las autoridades del poder central? Vestirse como indígenas, mostrarse como indígenas, con rostros pintados, flechas y todos los aditamentos que evidencien su “indianidad”. Los grandes Apus tuvieron que mostrar la imagen que se esperaba de ellos. En un contexto como el peruano el otro es muchas veces obligado a interiorizar una imagen deformada y oprimida de sí mismo. No puede negociar en condiciones iguales ni tampoco acercarse a los representantes del Estado y mostrarse como realmente es. Se trata de un sistema ideológico que obliga a recrear identidades sociales y culturales y fomenta la diversidad cultural pero al mismo tiempo presupone y se vale de un discurso sobre mestizaje que es utilizado como “mito perverso” (Espinoza, 2003: 78) ya que se presenta como resultado de un proceso de aculturación cuando en realidad contribuye activamente a la destrucción de las diferencias y a la marginación de grandes sectores de la sociedad peruana a lo largo de nuestra historia.


Pero ahora vayamos a los dos puntos centrales de esta reunión: por un lado, la decencia, y por el otro, la idea de memoria.

El multiculturalismo asume que las sociedades comparten ciertos valores como universales. Ya en la Ilustración, por ejemplo, valores como el honor y la dignidad supuestamente debían prefigurar relaciones equitativas. Sin embargo, no todos los seres humanos son vistos como iguales cuando son sometidos al tamiz del honor y la dignidad. Menos cuando ante estos valores se cruzan ideas como el color de la piel, el lugar de procedencia, la decencia… en un interesante sobre la idea de raza, mestizaje y la construcción de la indianidad, Marisol de la Cadena (2000) subraya que la decencia es uno de los valores que usa para discriminar. Frases como “pobre pero honrado”, “es una persona decente” se usan como justificaciones para “blanquear” y ocultar diferencias culturales. Es una herencia colonial que se asienta en la República y que toma distintos matices durante el periodo de los indigenistas. La decencia conlleva respeto y reconocimiento, pero no necesariamente fomenta relaciones igualitarias.
Por eso llama mi atención que la candidata a la alcaldía de Lima, Lourdes Flores, inconsciente o conscientemente, use la decencia como argumento político para oponerse al candidato fuji-montecinista, Alex Kouri. En declaraciones a una radio local en febrero de este año, Lourdes Flores señala: “Estoy segura de que la decencia va a barrer a la corrupción en las elecciones”.
Desde esas primeras declaraciones, el tema de la decencia se ha convertido en un argumento político. Por ejemplo:
 “Shock de decencia: Lourdes Flores saca 10 puntos de ventaja a Alex Kouri”. Blog de Juan Sheput
 Votaría por Lourdes Flores “porque es muy decente”. Martha Hildebrandt en El Comercio
 “Lourdes Flores no es la única decente”. Susana Villarán en Ideeleradio.
 “La decencia versus la corrupción”. Henry Pease en RPP

Utilizado en el discurso político, el argumento de la decencia, se torna peligroso porque por más que apunte hacia la lucha frente a la corrupción, no hace sino resaltar criterios jerárquicos de clasificación social. Además, utilizado en el discurso de Lourdes Flores evidencia su pertenencia a una clase social.
Como la decencia, la dignidad también es un valor, una capacidad, que se asume a priori como universal y que deben compartir los seres humanos. La base de la dignidad es la autonomía, que se define como la capacidad del ser humano para determinar por sí mismo su idea de bienestar, de vida buena (DRAE). La dignidad viene acompañada de otro requisito básico: la condición de ciudadanía y reconocimiento.

Justicia, verdad y reconocimiento
Cuando revisamos las recomendaciones que se establecen en el Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, nos percatamos que uno de los temas más importantes es restaurar los vínculos sociales rotos o quebrados durante el periodo conflicto armado interno. La reconciliación es “hecho posible” y “hecho necesario” que requiere como condición previa el conocimiento de la verdad y como resultado el establecimiento de la justicia.

Como metodología de trabajo, la CVR asumió las Audiencias Públicas como el espacio adecuado para dar a conocer esas otras historias. El sentido de las Audiencias Públicas estuvo comprometido con el deseo de presentar el testimonio de las personas “como una verdad individual e irreductible”. Se trató de una decisión de carácter político que buscó recoger y mostrar las voces de los tradicionalmente excluidos de la sociedad y también significó una posibilidad de construir una nueva historia sobre nuestro país. Al mismo tiempo, las Audiencias Públicas significaron el espacio apropiado para la dignificación de la víctima de la violencia. Víctima, como anteriormente he remarcado, no es solo el desaparecido, el difunto, o quien pierde un familiar, víctima es el cuerpo social desmembrado, despedazado, vulnerado, menospreciado… la dignificación de la víctima es importante como un primer paso en el proceso de reconocimiento del otro en su ciudadanía cultural. El Informe Final de la CVR recomienda que mantener viva la memoria de lo que no se debe hacer se transforma en un instrumento valioso del trabajo de reparación. El Plan Nacional de Reparaciones tiene un sustento en este informe pero con escaso presupuesto y sin apoyo del Estado, es difícil avanzar. Otro camino en este proceso ha sido la recomendación de edificar espacios o lugares de memoria que sirvan de puntos de encuentro y conmemoración. La dignificación pasa por el re/conocimiento de la historia del otro.

La memoria como relleno sanitario
El trabajo de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) abre un espacio para el debate sobre memoria, justicia y verdad en el Perú. Las propuestas e iniciativas que han surgido han sido sobre todo privadas y locales. En la mayoría de los casos estas parten de voluntades de colectivos de la sociedad civil, sociedad política y ONGs de derechos humanos. Estas iniciativas han tomado distintas formas. El recuerdo no es único. En algunos casos se conmemora, es decir se recuerda mediante un acto público que sirve de homenaje y reconocimiento a las víctimas. Las vigilias, manifestaciones, plantones, caminatas (como aquella que año a año llevan los familiares de los periodistas asesinados en Uchuraccay)… pero el recuerdo también es privado (es familiar, como lo señala Ponciano del Pino para el caso Uchuraccay), es corporal (como los testimonios de mujeres violadas en comunidades ayacuchanas recogidos por Kimberly Theidon), queda marcado en uno y se convierte en un filtro a través del cual se mira y se conduce la vida de las personas. Los recuerdos de los grupos sociales enfrentados durante el conflicto armado interno también difieren: para unos la historia comienza en Tarata, para otros se remonta a siglos de postergación, pobreza, racismo y discriminación, que finalmente han dado como resultado la configuración de un país fragmentado.

Hay, sin embargo, casos excepcionales donde el recuerdo y la memoria congregan a la comunidad generando interesantes debates sobre los procesos locales de reconciliación como fue el caso de la ceremonia llevada a cabo en Lucanamarca y la exhumación de cuerpos para el caso de Putis. En algunas comunidades andinas han logrado construir Museos de Memoria como el de la Asociación Nacional de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos en el Perú (ANFASEP), Putaca, Huanta, Huamanquiquia en Ayacucho. Fotografías, testimonios, prendas personales muestran los horrores de la guerra desde perspectivas institucionales (como el caso de ANFASEP) hasta comunales como las propuestas de Huamanquiquia y Putaca. En proyecto está la creación de un museo de la memoria en Huancavelica, que intenta mirar la historia local inserta en un ámbito regional. Estas iniciativas deberían contar con apoyo de los gobiernos regionales, como formas de propiciar plataformas para la reconciliación. Sin embargo, estos museos de memoria tienen que integrarse en una red o nudo de memoria. Desde que se presentase el Informe Final de la CVR, se ve la necesidad de que el Perú cuente con un Lugar de Memoria que sirva como un espacio para la dignificación de la víctima como ciudadano; que contribuya con el proceso de institucionalización del Estado y que además, sirva de base para la reconciliación. Este es el espacio idóneo para articular una red a nivel nacional que se comunique también con los otros espacios de memoria que existen en el extranjero y a nivel nacional. No voy a ahondar en este momento sobre el Lugar de la Memoria, sino a invitarlos a reflexionar sobre cómo este tema es invisibilizado en el discurso político.

Lo peculiar es que en el discurso político, el tema de la memoria se muestra como el terreno sobre el cual se edificará el Lugar de la Memoria: un relleno sanitario. El espacio de los deshechos, del resto de la población, de los restos, desperdicios. La memoria sigue siendo un tema abyecto, que carece de contenido real en un país que se niega a establecer políticas de reparación simbólica y judicial verdaderas. Dice Rocío Silva Santisteban, que “hay un sentido común racista, soterrado en el tejido social peruano, que adscribe a los seres humanos vistos como “inferiores” una cierta condición de impureza contaminante”. Cuenta Silva Santisteban de las nodrizas o amas de leche que daban de amamantar a los niños pero a través de tules porque sus pieles contaminantes no podían tocar la de los niños “bien”.
El otro abyecto no fue contabilizado entre los muertos y desaparecidos durante el conflicto armado interno sino hasta el Informe Final de la CVR. Sigue pendiente la ardua tarea de dotar de documentos de identidad a los miles de ciudadanos que no aparecen en los registros nacionales. El otro no contamina cuando es “decente”, cuando le adscribes una condición más o menos igual a ti. Sus recuerdos son eso, suyos. No los sientes como propios porque la violencia no nos afectó a todos por igual. Si revisamos el Informe Final de la CVR, nos daremos cuenta que puede postularse un perfil de víctima: varón, joven, proveniente de una provincia, quechuahablante o hablante de otra lengua nativa… El 75% de las víctimas y desaparecidos hablaban un idioma distinto del castellano. Es decir eran pobres, indígenas, son los otros basurizados, que cuando aparecen en las encuestas conforman el sector D y E. La práctica cultural contiene una política y además, el campo de la política está siendo cada vez más intervenido por la cultura. Los recursos mnemotécnicos que nos permiten activar la memoria parten y tienen sentido en lo cultural. Son las huellas que muchas veces grupos conservadores o estados represores intentan suprimir o socavar. Son los únicos instrumentos, mecanismos y repertorios que quedan para “mostrar” esa otra historia que alimenta y nutre los fragmentos de la historia nacional.

Reflexiones finales
El argumento político de la decencia no “combina” con la memoria. La memoria busca instaurar una política de recuerdo para intentar construir bases democráticas sólidas y reconocimientos ciudadanos. La decencia clasifica ya que remarca diferencias sociales. Lo que el multiculturalismo, a través del diálogo intercultural, busca es generar las condiciones que permitan a los ciudadanos el ejercicio de su libertad individual de “escoger” su identidad. La tolerancia debe ser vista como una práctica social y política. El discurso político de la memoria debe plantearse como la apropiación de la cultura política del reconocimiento y de la participación democrática que debe inculcarse en el ethos de la gente (que esos imaginarios e imágenes que se forman sobre el otro, pertenezcan, partan y reflejen lo que realmente es el otro). En este sentido, es importante establecer una relación dialógica entre grupos, individuos que se aprecian y muestran diferentes – es el diálogo sin que ello resulte en imposición de una forma cultural sobre otra.






1 Véase el Proyecto de Ley no 29164.- Ley de promoción del desarrollo sostenible de servicios turísticos en los bienes inmuebles

2 Véase: http://www.larepublica.pe/politica/20/02/2010/candidatura-de-lourdes-flores-sera-dada-en-abril

3 Partha Chatterjee plantea que para tener una mejor administración de sus habitantes, los Estados tienden a diferenciar entre ciudadanos (sociedad civil) y poblaciones (sociedad política); esto es, entre grupos que pertenecen al ámbito de la legalidad y grupos que pertenecen al ámbito de gobernabilidad (de lo político). En realidad lo que conocemos como sociedad civil no desaparece, sino que convive de alguna manera con estas otras formas heterogéneas y amorfas que surgen y que se conocen como sociedad política: grupos que pueden describirse como “casos de excepción” con los que el Estado debe negociar pero de una manera diferente. Aquí agrupamos al resto de la sociedad: mujeres, campesinos, migrantes, jóvenes, etc. Lo que Chatterjee muestra a través del uso de este concepto es la fragmentación social sobre la que está construida la idea de nación en muchos estados poscoloniales. Y también el que no exista un solo modelo de modernidad.

4 Conversación con María Elena del Solar, Lima, 15 de enero del 2010.

5 Véase Mirando la esfera pública desde la cultura en el Perú, Lima, CONCYTEC, 2006.

6 En un interesante estudio Paloma Aguilar muestra cómo en la España de Franco la industria del cine fue utilizada para mostrar otra imagen de la guerra civil y una propuesta de nación democrática para España (véase, Memory and amnesia: the role of the Spanish Civil War in the transition to democracy, Nueva York, Berghan Books, 2002). Del mismo modo, Lila Abu-Lughod muestra cómo las miniseries y las telenovelas sirven de mecanismos para construir imágenes de Egipto como una nación moderna (véase, Dramas of nationhood, Chicago: University of Chicago Press, 2004).

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