Gracias Pilar








LA BUENA NOTICIA DE SU VIDA


Una eucaristía, toda eucaristía, es una acción de gracias. Hoy, un agradecimiento por el testimonio que nos dio Pilar a lo largo de su vida.

Un testimonio de fidelidad al testimonio de Jesús y a los más pobres e insignificantes de nuestro país. Lo hizo con su firme compromiso por los derechos humanos y su trabajo pastoral en las cárceles, con su incansable lucha por la justicia y su rechazo al maltrato de la mujer, con su coraje para afrontar incomprensiones y su coherencia personal, con su honda convicción de la dignidad de todo ser humano y su solidaridad cercana y afectuosa con los que la sociedad olvida. Llegó al Perú hace más de cuarenta años e hizo suyo el pueblo que encontró, le enseñó y aprendió de él. Lo hizo su familia, muchos de los que están acá esta mañana lo saben bien. Sus compromisos la colocaron en medio de los momentos más difíciles de la violencia que vivimos años atrás. Eso no melló la consistencia de su defensa de la vida, la reforzó más bien.

 
De ese modo Pilar habló con lo que el texto de Isaías, que hemos escuchado, llama “lenguaje de discípulo”, de alguien que camina tras los pasos de Jesús de Nazaret. No se trata solo de palabras sino de un estilo de vida que, en el caso de Pilar, aparecía con una claridad cristalina y expresaba su fuerte y excepcional personalidad. Que nuestro lenguaje sea “sí, sí; no, no”, nos pide el evangelio, así lo hacía Pilar, con ella sabíamos siempre a qué atenernos.

Pero eso no le hacía olvidar que esa transparencia, según afirma el mismo texto, debe transmitir “una palabra de aliento al abatido”, de liberación al oprimido, de esperanza al que no ve salida a su situación. No se trata de una palmada en la espalda, y menos todavía, si es hecha al paso, sino de un compromiso sólido, una solidaridad, que va a las causas de la injusticia, y que no se diluye ante los obstáculos que encuentra en su camino.
“Cada mañana”, desde el comienzo de cada día (dice Isaías) debemos estar dispuestos a escuchar, resistir y no echarnos atrás. El discipulado supone persistencia, firmeza. Así hemos visto a nuestra amiga Pilar proceder, incluso cuando la afectaban diferentes problemas de salud. Hasta el último día.
Pero, ¿se puede agradecer sin alegría? Creo que no. En ese caso ¿cómo tener alegría en el corazón esta mañana si estamos bajo la pena de no tener a nuestra amiga Pilar entre nosotros? Cuanto más fuerte ha sido la presencia de alguien en nuestras vidas, más sentimos su ausencia. Sin embargo hay que recordar que la alegría no se opone a la pena, sino a la tristeza que nos encierra en nosotros mismos.
Pilar fue, ante todo, una gran amiga y no solo de los que la conocimos de cerca. Que la mala noticia de su muerte no nos haga olvidar la buena noticia de su vida.

17 de septiembre de 2012